1/9/09

Los riesgos de ser errante (o la triste vida del amante)

Ya os habló vuestro sufrido Entrenador un par de entregas ago sobre las relaciones con jugadoras atadas con claúsulas de rescisión y la relativa facilidad de conseguir echar unos buenos tiritos si sabemos cómo y en qué momento mostrarnos.

Si bien es cierto que la pasión y entrega con la que seremos recibidos una vez hayamos destapado el bote de mermelada, que con ansia podremos comer a cucharadas, será de gran magnitud, también lo es que si como errante entramos, errante nos quedamos y difícil será salir de este estatus. Somos y, con toda probabilidad, seremos la aventura que sacó a la yegua de su monótona vida de establo y pocas opciones tendremos de avanzar a otra casilla del tablero.

Tras varios encuentros, la pasión, entrega e ilusión, se tornará en inseguridad y desconfianza y, sobretodo, en añoranza de los buenos tiempos vividos con su pareja. Ya le hemos aportado el chute de autoestima que necesitaba, ya no somos su juguete nuevo, no necesita correr más riesgos de los necesarios y ya puede aguantar unos meses más en su intento de arreglar su corrompida relación y hacerla volver ser lo que fue.

A partir de aquí, aunque nuestras intenciones no sean más que las del que se las quiere jugar al as de espadas y ser matarife de los de callejón, zaguán y taberna, seremos tratados con dejadez y desprecio, y poco serán reconocidos el cariño y atención prestados.

Y es que, jóvenes artilleros de la portería ventricular, la vida del errante es dura y hay que estar preparado mentalmente a que somos lo que estamos ofreciendo, y como tal nos tratarán. Aprovechad los primeros instantes de lujuria desmedida y recoged tropas al primer atisbo de desdén. Si mal sienta recibir calabazas, peor si éstas han sido tras haber dedicado tiempo, esfuerzo y cariño. Porque señores, un Loverpooler es un caballero y trata con dulzura y amor a cada uno de los seres del planeta, aunque sólo sean carne efímera en nuestra parrilla.

Mucho ojo porque todo esto es válido también para aquéllas chicas que acaban de salir de una larga relación. Ya sabéis a cuáles me refiero. Sí, sí, a esas que no pueden evitar hacer referencias a su novio ("digo novio porque ex me suena mal", que dicen ellas) cada dos por tres. Y es que, si os topáis con una de esas, la cosa no va a ser muy diferente, e igualmente os encontraréis con una fase de pasión ilimitada seguida por un bache de indiferencia. Es tan desconcertante el brusco cambio que se puede dar, que nos hará plantearnos seriamente en qué nos hemos equivocado (cuando realmente no hemos cambiado nada en nuestra actitud), para perjuicio de nuestra integridad y equilibrio mental.

Pero ante esto nos os preocupéis, mantened la cabeza fría pero disfrutad a tope del momento hasta que lleguen las complicaciones. Una vez lleguen, quizá lo más razonable sea abandonar el partido (pasar de ella, hablando en plata. Que si quiere algo, que lo busque.), cuidar de no lesionar nuestros jugadores y estar a la espera (más bien a la búsqueda) de un nuevo rival, volver a calzarse las botas ¡y a luchar!

1 comentarios:

Angel dijo...

Me extranya no ver ningun comentario en este post, pues me parece muy acertado y creo que es algo que hay que tener siempre presente.

Si juegamos el papel de amante, tenemos que entender como funciona ese rol. Al dia siguiente, con la luz del sol, todo cambia. Por muy bueno que fuese el partido, la magia se acaba y todo vuelve a la normalidad, y eso significa que es muy posible que la chica en cuestion se sienta arrepentida y no conteste nuestras llamadas. Por eso no debemos comernos la cabeza, insistir, ni darle vueltas a la situacion. En su lugar, alegremonos de la buena experiencia vivida y pasemos pagina.

Un abrazo y gracias por tan sabias ensenyanzas.

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