4/4/10

Alta Infidelidad: el lugar indicado

Que debemos ser conscientes de lo que somos, en qué nos estamos convirtiendo y, por tanto, ser cautelosos y parcos en cuanto a lo que del pavoneo se refiere. Que muchos se las dan de hidalgos cuando no son más que hideputas. Que el peor enemigo que se puede encontrar quien gusta de dar machetazos por rincones y zaguanes oscuros es su propia musculosa. Me refiero, claro está, a la lengua propia de uno que, remojada en el zumo de nuestras viñas, puede llevarnos a hablar más de la cuenta entre camaradas de parranda.



Y es que, infieles míos, lo que nos pierde la mayoría de las veces es la bravuconería. Vacilamos y nos pillan. Y entonces, todo son sollozos, peseatales, excusas y mentiras. Zap. Cortados en lonchas como mortadela lombarda o partiéndonos el lomo durante meses en galeras para conseguir el perdón de nuestra Reina.



Una vez más, discreción. Por eso es de suma importancia la elección del lugar donde soltemos nuestros envites y resolvamos nuestros lances. Debemos rehuir lugares que frecuentemos nosotros o nuestros amigos pero que a su vez tengamos controlados, sepamos qué ambiente hay y quién se puede mover o no por allí. No está de más - ya dijimos que la infidelidad no era fácil, debe ser estudiada con detenimiento, como si para una oposición nos preparásemos - que, de vez en cuando, cuando quedemos para echar un café con un antiguo amigo, nos pasemos por estos bares poco habituales para echar un vistazo y anotarlo en nuestro particular mapa del engaño. Buscaremos, pues, pubs con no demasiada gente, música tranquila -debemos poder hablar-, poca luz y ambiente distendido y relajado.



Una vez en el bar (kneipe, que dicen por el norte) con la chica en cuestión (hablaremos de ella en otra entrega), al sentarnos, debemos buscar un sitio discreto pero desde el que controlemos el panorama, por si se presenta alguien conocido nuestro o de nuestra pobre señora y tengamos que tomar las de Villadiego, siempre intentando no levantar sospechas.


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