Que bien es sabido que la felicidad no está sino en la antesala de la felicidad (maestro Punset dixit. Apuesto que Launcher de pura cepa que a más de una Nobel le ha mostrado su teoría de las supercuerdas), y que no hay mayor placer en una jugada de ataque que ver caer exhaustos, cadera dislocada, a los defensas, dejando cada vez más despejada la red de la portería.
El problema viene cuando el delantero, eclipsado por este subidón de adrenalina que supone la conquista, nunca siente el buche lleno y a pesar de tener un hat trick entre botas y buen trozo de pan en la boca, tiende a echar mano a la panera. De esta manera, nuestro Lovster -para los de la LOGSE, un ingenioso juego de palabras entre Lobster (langosta) y Love del que vuestro Entrenador está harto orgulloso- devora la cosecha hasta dejarla seca y, tras esto, salta a un nuevo cultivo.
Ahí viene el que a todas se tira.
¡Ay, pobre del langosta
que su senda es dura y angosta
porque acaba perdiendo las miras!
El problema viene cuando el delantero, eclipsado por este subidón de adrenalina que supone la conquista, nunca siente el buche lleno y a pesar de tener un hat trick entre botas y buen trozo de pan en la boca, tiende a echar mano a la panera. De esta manera, nuestro Lovster -para los de la LOGSE, un ingenioso juego de palabras entre Lobster (langosta) y Love del que vuestro Entrenador está harto orgulloso- devora la cosecha hasta dejarla seca y, tras esto, salta a un nuevo cultivo.
Ahí viene el que a todas se tira.
¡Ay, pobre del langosta
que su senda es dura y angosta
porque acaba perdiendo las miras!
"Ni dura ni ostias, maldita sea la puta que parió a este Gongorilla" que diría Quevedo o cualquiera de ustedes al oír este cuarto. Bueno, no se me enfaden, aclaremos.
Si bien es cierto que no es trauma picar en cada flor, tener atestado de marcas tu fusil o ser pichichi en tres jornadas, también lo es que, en ocasiones, esta insatisfacción crónica puede ser difícil de llevar en los momentos de lucidez de nuestro Gaius Baltar (los pocos que hay entre polvo y polvo), al darse cuenta que esta actitud o estado le está impidiendo asentarse con alguna persona que pueda realmente merecer la pena. Persona a la que con el tiempo echará de menos y por la que acabará lamentándose. Lamentándose por haberla dejado pasar o no haberle dedicado el tiempo que dedicaba a afilar su sable de uno en otro afilador. Lamentándose.